Esos días
Esos
días en los que lo ves todo negro. Esos días en los que no te apetece hacer
nada ni hablar con nadie. Esos días en los que piensas qué haces con tu vida. Días
en los que te prometes a ti mismo que vas a cambiar mil cosas, y conforme
dichas palabras salen de tu boca, desaparecen junto a otras muchas promesas que
se olvidan en el momento en el cual son pronunciadas.
Te
apetece hacer las maletas e irte lejos, porque tienes ganas de olvidarte de
todo y de todos. Quieres empezar de cero. Estos pensamientos tristemente acaban
en el mismo lugar que las promesas que te haces sobre “cambiar”.
Porque
es en el momento en el que asumes que la vida es una mierda, en ese mismo
instante, en el que realmente puedes ser capaz de cambiar las cosas que no te
gusten de tu vida. Mientras le sigas teniendo cariño a algo o a alguien, el
desprenderse de ello será complicado y hará que tu tarea fracase, como tus
promesas.
Es
cierto, que en ocasiones, es necesario cambiar de aires y saber que personas
nos convienen conservar y aquellas que no. La gente cambia, tú cambias. Puede ser
que cambiéis juntos, o simplemente que lo hagáis por caminos separados. En cualquier
caso, hay que aprender que los cambios empiezan con actos. Y si quieres cambiar
tu vida, empieza replanteándote qué quieres ser y a dónde quieres llegar.
No
dejes que los pensamientos que te invaden en “esos días…” se desvanezcan sin haber cumplido su objetivo. Porque aunque
mañana sea un nuevo día y creas que has sobrevivido a esos días. No es así. Tarde
o temprano, sino haces que las cosas cambien, esos días volverán.
Cuando
alguien te diga “¡¡No cambies nunca!!”,
piensa que lo que se calla es el “¡¡No
cambies nunca que ya cambio yo!!”.
Tarde
o temprano, cambiar se convierte en algo obligatorio. E incluso puedes hacerlo
sin darte cuenta. Los cambios suelen asustar, y pueden tener consecuencias
negativas. Pero también positivas.
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